Extracto de un discurso en la tercera Conferencia del “World Fellowship of Religions”
LLamamiento de Sant Kirpal Singh a los líderes religiosos en la Conferencia del World Fellowship of Religions, Delhi febrero 1965
Examinemos nuestro corazón con la medida del amor que es la esencia misma de Dios. ¿Es nuestra vida un florecimiento del amor de Dios? ¿Estamos listos para servirnos unos a otros con amor? ¿Mantenemos nuestros corazones abiertos a las influencias saludables que vienen del exterior? ¿Somos pacientes y tolerantes con los que difieren de nosotros? ¿Son nuestros corazones tan grandes y anchos como la creación de Dios y están listos para abrazar la totalidad de Su ser? ¿Sangramos por dentro cuando vemos a los oprimidos y deprimidos? ¿Sufrimos cuando otros sufren? ¿Rezamos por la humanidad enferma y atormentada?
Si no hacemos ninguna de estas cosas, estamos todavía muy lejos de Dios y de la religión, no importa cuán ruidosos seamos en nuestros discursos y piadosos en nuestros trivialidades y pomposos en nuestras proclamaciones. A pesar de nuestro anhelo interno de paz, hemos fallado y fracasado desesperadamente en la tarea de servir a la causa de la paz de Dios en la tierra. Los fines y los medios están entrelazados y no es posible separarlos. No podemos lograr paz mientras intentemos alcanzarla con medios bélicos y con las armas de destrucción y extinción.
Con las semillas de odio en nuestros corazones, las barreras raciales y de color en nuestro interior, los pensamientos de dominio político y explotación económica que surgen en nuestra sangre estamos trabajando para destruir las estructuras sociales que hemos construido con tantos esfuerzos y no para la paz, a menos que sea la paz de la tumba; Pero ciertamente no por una paz viva nacida de amor y de respeto mutuo, la confianza y la cooperación para mejorar la humanidad y transformar esta tierra en un paraíso por lo que rezamos tan fervientemente y predicamos desde púlpitos y plataformas. Y a medida que continuamos de esta manera, todo eso se aleja en el lejano horizonte.
¿Dónde está entonces el remedio? ¿La enfermedad ya no puede curarse? Por supuesto que no. La vida y la luz de Dios todavía están aquí para ayudarnos y guiarnos en el desierto. Vemos este mundo salvaje a nuestro alrededor porque estamos confundidos en el corazón de nuestros corazones y no vemos las cosas en su perspectiva correcta. Este vasto mundo exterior no es más que un reflejo de nuestro pequeño mundo interior.
Las semillas de la discordia y la desarmonía en nuestra mente dan fruto dentro y alrededor de nosotros y lo hacen en abundancia. Somos lo que pensamos y vemos el mundo con las gafas de color humo que hemos eligido. Es una prueba positiva de una sola cosa: Que hasta ahora no hemos conocido la vida y la luz de Dios y mucho menos hemos realizado a Dios dentro de nosotros.
(…)
Toda religión tiene necesariamente un triple aspecto:
Primero, el aspecto tradicional que incluye los mitos y leyendas para los hermanos laicos. En segundo lugar, el aspecto filosófico que se basa en la razón para satisfacer el hambre de los intelectuales que están más interesados en el «por qué» y el «para qué» que en cualquier otra cosa. Se hace mucho hincapié en el aspecto teórico y en el desarrollo ético que es tan importante para el crecimiento espiritual. Tercero, el aspecto esotérico o el aspecto interior que es la esencia de toda religión. Está destinado a los pocos elegidos, a los verdaderos buscadores de la verdad.
Este último aspecto trata de las experiencias espirituales personales de todos los fundadores de religiones y otras almas avanzadas. Esta parte, llamada espiritualidad, es el núcleo de todas las religiones. Debe ser cuidadosamente elaborado y preservado en el santuario del corazón para poder practicarlo y experimentarlo.
Estas experiencias internas de todos los sabios y videntes han sido las mismas desde tiempos inmemoriales, independientemente de las leyes de su religión o clase social a la que pertenecían. Se preocupan principalmente de la Luz y la Vida de Dios – desde cualquier nivel que sea. Y los métodos y medios para obtener estos resultados directos son también los mismos.
Así vemos que la vida y la luz de Dios constituyen el único terreno común en el que todas las religiones se reúnen y si pudiéramos tomarnos de estos salvavidas salvadores, podemos llegar a ser centros vivos de espiritualidad.