Discurso de bienvenida – Conferencia sobre la Unidad del Hombre

Sant Kirpal Singh, 3 de febrero de 1974, Nueva Delhi, India

Queridos hermanos y hermanas:
Me complace darles la bienvenida a todos ustedes que se han reunido aquí de todo el mundo. En este evento trascendental tenemos que explorar y descubrir formas y medios para fortalecer y consolidar la solidaridad de la humanidad. Las naciones, al igual que los individuos, están influenciadas por pasiones, orgullos y prejuicios que crean abismos en la comunidad humana que consiste por naturaleza, lo que a menudo son difíciles de superar. Estamos viviendo en una época de decadencia, cuando los valores morales y espirituales están en su nivel más bajo. Con todos estos inconvenientes y las numerosas tendencias divisorias, todavía hay un rayo de esperanza de regeneración y reorientación. Esta misma esperanza nos ha reunido aquí. Les agradezco a todos por la respuesta amorosa al llamado a la remodelación de nuestro destino para asegurar una paz duradera.
Se dice que «Oriente es Oriente y Occidente es Occidente y nunca los dos se encontrarán». Eso puede haber sido cierto en un momento u otro, o para el autor del dicho, Rudyard Kipling; pero ciertamente no tiene importancia para los hombres de Dios en la era científica actual, cuando la distancia y el espacio están perdiendo rápidamente su significado, y se están haciendo esfuerzos para establecer contactos interplanetarios. Los diversos países del mundo son como cámaras en la casa de Dios, que albergan diferentes naciones. Los unos se distinguen de los otros en cuanto a las condiciones geográficas, climáticas e históricas, los rasgos de la cara y los colores de la piel, en los idiomas y dialectos, la dieta, los vestidos y modos de adoración, pero todas las personas condicionadas por estos factores divergentes forman el gran todo orgánico llamado humanidad.
Con todas estas aparentes diferencias y distinciones de color, credo y casta, y las diversidades en sus modos de vivir y pensar, el hombre esencialmente y básicamente sigue siendo hombre en apariencia externa y estructura interna. La unidad ya existe en la forma humana, ya que cada uno nace de la misma manera con la misma construcción externa e interna, y cada uno tiene un alma que es de la misma esencia que la de Dios. Somos gotas del océano de toda conciencia, a quien adoramos como el mismo Dios, llamándoLo por diferentes nombres. Los santos dicen que el cuerpo humano es el verdadero templo de Dios, y que Él reside en el templo hecho por Él en el vientre de la madre, y no en templos hechos por manos humanas, y que la forma humana nos proporciona una oportunidad de oro de realizarLo.

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